Esta semana me toca trabajar con dieciséis personas en terapia. Cada una de ellas representa un mundo, una unicidad que se pone de manifiesto cuando nos encontramos. Y en cada una de ellas, en cada vínculo que tejemos, siempre encuentro algo. Ese algo que encuentro no solo es algo de mí en el otro, como proyección que me invita a rescatarla, sino también algo para mí, como sentido que encuentro y me construye, que me enriquece con vida que se contagia a los demás. ¡Qué magia envuelve tan amoroso momento!, que me siento afortunado de crecer a su lado. Somos compañeros en este viaje sin retorno. Juntos abrimos puertas, cruzamos puentes, nos arriesgamos a ser más genuinos. No soy yo el que cura al otro, somos dos que nos curamos, quizá inconscientemente, cuando vamos más allá del rol de psicólogo y paciente.
Una toma de distancia respecto a sí mismo, algo que descubre, una esperanza que expresa, unas riendas que coge, resuenan en mí moviéndome a confrontarme conmigo mismo, a revisarme, a conversarme, a acogerme. Y cuando ese Tú sale a mi encuentro arriesgándose a sentir su propia angustia, es también mi angustia la que está en juego. Cuando estiro mis brazos dándole la bienvenida al mundo, también yo soy bienvenido. En ese instante su trascenderse es mi trascenderme. Ese otro que se me abre, que confía en mí, es aquel en el que yo confío. Y cuando logra verme mejor, sin la máscara que le impedía ver, también yo lo puedo ver un poco más, hasta tocarnos. Y ese poder mirarnos me ayuda, me permito verme a mí mismo con otra mirada, más respetuosa, más tolerante, más humana.
Y es que juntos cerramos capítulos, lavamos heridas, abrazamos sombras, y abrimos nuevos
capítulos. Juntos reímos y soñamos, juntos tenemos fe en las posibilidades y en el cambio. Algo que a ese otro le ocurre siempre tiene que ver conmigo. También hay un poco de lo suyo en lo mío. También en su riesgo a ser auténtico está la visión de mi propia autenticidad y mi propio riesgo. Y en los valores que va captando puedo yo mirar un poco más hacia afuera, y ver lo valioso que no estoy viendo, y ser más yo. Como escuché a un buen amigo decir: “uno recibe los pacientes que necesita para curarse”.
Hoy agradezco profundamente a cada una de las personas con las que trabajo… en nuestra terapia.
Alejandro Salomón Paredes
Director CPL
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