Es común que nos pasen cosas. Es más, la vida humana consiste en que nos pasen cosas. Cosas de todo tipo, algunas agradables y otras desagradables, momentos de paz y de tempestad, de claridad y de conflicto, de frustración y de logro, de lágrima y de sonrisa, todo nos pasa. Me preocuparía por alguien a quien no le pasara. Sin embargo, ¿siempre nos pasa?, ¿o en ocasiones la vivencia no le hace honor a la palabra que la define? Ciertamente hay veces que lo que está llamado a pasarnos no nos pasa, sino que se estanca, o mejor dicho, lo estancamos, puesto que no queremos sentirlo, vivirlo, bloqueando lo que es como con un dique de represa.
Este afán por interrumpir el fluir natural de la vida es un intento por no vivir lo desagradable, lo trágico y frustrante de la existencia. Nos volvemos luchadores o huidizos para no sentir la angustia, sin darnos cuenta que ya la estamos sintiendo. Tratamos de no sentir pena, de no frustrarnos, de no sufrir, cuando ya estamos sufriendo. A veces no queremos que algo nos pase, cuando dejar que nos pase es la más humilde, respetuosa y amorosa actitud para con nosotros mismos y para con la vida que nos abraza. Conviene preguntarnos: ¿esto que me está pasando realmente me está pasando o está estancado?, y ¿cómo estoy haciendo para estancarlo?, son preguntas socráticas que pueden servir de mucho.
Que algo nos pase significa que se da, lo vivimos y pasa, es decir, deja de ser en nuestra conciencia pasando al natural olvido, en muchos casos enriqueciendo nuestra existencia con un sentido descubierto. Como decía Viktor Frankl, todo pasa, si es vivido con la actitud correcta. No querer que algo nos pase implica aferrarnos a nuestras expectativas de cómo queremos que sea la vida, egoicamente movidos a salvaguardar nuestra tranquilidad. Pero la vida es una totalidad de la cual somos parte y donde nos toca pues probar de todo, aunque no queramos. Es cuestión de permitirnos el miedo, la angustia de ser, de sentir, de sufrir, de vivir, arriesgando al cambio, aceptando que no todo es como queremos que sea, como dice Jaspers.
Solo así puedo hallarle sentido a una experiencia, acogiéndome con ella, asumiéndola como parte de mi vida, sabiendo que detrás de las nubes siempre brilla el sol, y que esas nubes mismas me son necesarias para saber que existo.
Alejandro Salomón Paredes
Psicólogo – Psicoterapeuta
Director Centro Psicoterapéutico Logos
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