Cuando Viktor Frankl hace referencia al sufrimiento nos habla de uno necesario y otro innecesario. El sufrimiento necesario es el que toca vivir, el inevitable. El sufrimiento innecesario es el que se hace crónico, que no pasa, que no es natural, que es evitable. Es así que la neurosis involucra al sufrimiento innecesario, siendo un objetivo terapéutico el autodistanciamiento respecto al estado neurótico en el organismo psicofísico. Con esto la persona se despliega para tomar postura ante su neurosis. Frente al sufrimiento necesario no hay necesidad de terapia alguna, sino de vivencia plena.
Sin embargo todo sufrimiento innecesario es un sufrimiento necesario no vivenciado, no sentido a plenitud, evitado; que luego se torna en frustración, depresión y en estados de angustia patológicos. Y sabemos que la característica fundamental del neurótico es la evitación de su propia responsabilidad, en este caso, la responsabilidad por su propio sufrir. Cuando el sufrimiento se evita (ya sea huyendo de el o luchando contra el) se petrifica en la estructura de carácter, ya que paradójicamente, cuanto más evitamos algo más aparece (en relación a esto, la Intención Paradójica prescribe la aceptación y realización voluntaria de aquello que se evita para que “desaparezca” espontáneamente). Por lo tanto será necesario que la persona acepte y se entregue al dolor que no ha sentido plena y auténticamente. Esto involucra la expresión o exteriorización del sufrimiento. Esta actitud facilitará que se apele a los recursos y capacidades espirituales para trascender y encontrar sentido al sufrimiento mismo. Pero, ¿cómo?
Frankl señala cuatro posibles actitudes ante el sufrimiento: el escapismo (huir del dolor, negarlo, reprimirlo), la apatía (desensibilizarse ante lo que ocurre), la autocompasión (vivencia del sufrimiento como algo injusto, en negación) y el contacto con el dolor (entregarse a sentir el dolor que ES, aceptándolo). Desde esta última postura es que se encuentra el sentido al sufrimiento, ya que solo puedo descubrir sentido en aquello que conozco y reconozco como algo que pertenece a mi experiencia. Por eso los valores se captan y realizan en la respuesta ante la situación y el sentido se realiza en la acción.
El sentido del autodistanciamiento en el proceso terapéutico será entonces la autoconsciencia respecto a la actitud actual ante el dolor y si resulta sana o insana para la persona (y no más bien “distanciarse” del dolor para no sentirlo. Esto sería fomentar o reforzar la neurosis). Aquí se han de explorar las posibles restricciones psicofísicas que afecten el despliegue de lo espiritual (Yo): la forma de responder ante los condicionantes biológicos, psicológicos y socio culturales; así como las estrategias de afronte ante las situaciones. A partir de esta consciencia (facultad específicamente humana) se puede encontrar la respuesta adecuada ante el sufrimiento y las
situaciones límites que la vida impone. Cuando se llega a responder a la pregunta ¿para qué? se logra descubrir aquello que enriquecerá la existencia: un sentido. Esto invita a la autotrascendencia, convirtiendo el sufrimiento en logro, lo cual es uno de los actos humanos más elevados, o más precisamente humanos.
Citando a Frankl: «Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptar dicho sufrimiento, pues esa es su sola y única tarea. Ha de reconocer el hecho de que de que él está sólo en el universo, que nadie puede redimirle ni sufrir en su lugar, y que su única oportunidad reside en la actitud que adopte al soportar su carga. La actitud más enriquecedora -no necesariamente la más fácil- es descubrirle un sentido al sufrimiento”.
Alejandro Salomón Paredes
Psicólogo – psicoterapeuta
Director Centro Psicoterapéutico Logos
C. Ps. P. 12034