REFLEXIÓN AL FINAL DEL AÑO: CAPÍTULOS

Este término del año me conecta con mi vida. La siento como los capítulos de un gran libro. Y he de confesar que este año, en el libro de mi vida se terminaron capítulos intensos, largos, de mucho tiempo. Capítulos cansados y a pesar de eso llenos de entusiasmo. Capítulos que pensé que no se acabarían, y que al toparme con su fin me retorcí y lloré mojando sus viejas páginas, sin querer pasarlas.

Y es que en ocasiones, cuando un capítulo acaba me deja la impresión que es el final de toda la historia. Me queda la sensación de que al pasar la página vendrá el epílogo y luego, la nada. Y quizá ni siquiera eso, ni siquiera un cierre digno para un drama tan humano. Solo una contratapa de cartón, gastada. ¡Pero no!, más bien descubro que aun hay hojas ahí, ¡alcanzo a ver que hay más!, y eso renueva mi esperanza en una historia que continúa. En este libro, el que es mi vida, esas páginas están en blanco y aun nada dicen. Es la misión que me toca y me es encomendada: la de escribirlas.

Y mientras paso la página con que termina un gran capítulo, veo borrosa, por mis ojos húmedos, la verdad de lo eterno de este libro, de su ser infinito mientras yo siga vivo, mientras esté consciente, mientras eche a andar el motor de mi voluntad para seguir constante en escribirlo. Y no sé cuándo será, pero sé que un día ya no habrá más hojas para vivirlo. Mi muerte será el anuncio del final de la gran obra.

Un amigo me dijo que a veces, cuando se acaba un capítulo, parece que se acabara el mundo. ¡Y así es!, pues el mundo como me era conocido se acaba para que lo reescriba, o mejor dicho, para seguir escribiéndolo. La tragedia de mi existencia se revela real para que encuentre en el nuevo mundo lo valioso que aun me falta conocer, el sentido que misterioso se esconde entre esas páginas que se agotan y me duelen, pero que son parte del todo de mi historia, junto con mi amor, mi alegría, mi angustia y mi fracaso. Como quien suelta y deja volar libre una cometa de papel. Pero sé bien que esa cometa y yo fuimos uno, y nadie nos quita lo vivido y lo soñado, todo lo que juntos volamos.

Se termina el año y se terminan capítulos. Hay algunos que los puedo acabar yo mismo. Otros se terminan porque sí, porque así es, y no depende de mí. Y aunque quiera que sigan siendo, es imposible. Si no continúo me estanco, en este dilema hecho gerundio que es escribir para construir. Pero sí puedo mirar atrás y releer, para acoger, para aceptar, para seguir.

Hoy (¡hermoso hoy!) sigo escribiendo en sus hojas, quizá para que al leerme confirmes que estás viva o vivo, y que está en ti pasar las páginas y seguir escribiendo tus propios capítulos, hasta que se termine, como este año que se acaba, tu propio libro.

Alejandro Salomón Paredes
Director CPL
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