Es de día, medio día. Siento un ligero calor. Acabo de acabar una consulta, y estando ya solo, me dispongo a despedirme de una parte de mi biografía. No de la experiencia en sí misma, porque sería imposible separarla de mi vida. Me despido más bien de la forma como la he venido mirando. Un ligero dolor recorre mi nuca. Un moretón que me duele se me muestra, y elijo mirarlo con ternura.
Me despido de un sentir conectado con mis quince y dieciséis años. No he querido ver hacia atrás para no mirar mi presente. No he querido aceptar lo que aun me molesta como piedra en el zapato. Pero este es mi momento.
Es así que me distancio y me veo reaccionando, me veo en automático, a la defensiva que se torna en agresión, cuando siento que alguien toca mi herida. Cuando siento que alguien me quiere ver la cara. Es la forma como aprendí a resguardarme, a cuidarme, cuando me sentía atacado. Y sentirme atacado era sentirme descalificado, apartado, rechazado. Es la forma que por momentos sigo usando para no sentirme ese sonso, ese inadaptado, ese extraño. Solo que ahora no soy ese muchacho de secundaria. Ahora tengo treinta y siete años, y muchas cosas he vivido, y muchas cosas he aprendido. La vida espera de mí a alguien distinto. Y allá voy para continuar con mi camino, sin arrastrar esta bola de acero engrilletada a mi alma.
Hoy me quiero despedir de ti, terrible acoso, que acaso me acosas hasta ahora. En esta tarde quiero despedirme de ti pero no a patadas, porque es lo que he venido haciendo, sin permitirme tantas cosas valiosas. Pero no es tiempo de lamentos, es tiempo del ahora. Un ahora donde elijo salir de mi modo de ser tan defensor, tan huraño hacia un mundo que me llama. Quiero despedirme de ti, terrible acoso, más bien con un gran abrazo. Quiero permitirme un reencuentro, unas copas con aquellos que ya no son los de antes, y que me parecía verlos en cada “vivo” de la calle. Ahora comprendo que ya no somos los mismos, aunque yo venía sintiendo el mismo dolor y la misma ansiedad que entonces, sin mirarla a la cara.
En esta tarde decido acogerme, abrazarme en mi nostalgia y en mi angustia, para abrirme un poco más al mundo. Mi decisión es aceptar mi vivencia, porque es el momento de que vaya pasando hacia el lugar donde habitan los recuerdos que, aunque terribles, miro con amor, no con amargura.
“Toca que le hagas tu carta de despedida al bullying” me dijo un hermano querido hace muy poco. Hermano querido a quien agradezco por ayudarme a verme un poco más, para trascenderme, para ser más yo. Para ser más libre.
Lima, 13 de diciembre de 2014
Alejandro Salomón Paredes
Director CPL
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