Creo que hay vacíos que nunca se llenan. Y sería insano buscar taparlos. Hoy me conecto con un espacio en mi corazón, donde unos recuerdos maravillosos con un alguien sagrado que ya no existe traen un extrañar que me anuncia que aunque ese alguien ya no está, sigue eternamente estando. Creo que la diferencia con un vacío limitante está en que puedo permitirme, cuando me acontecen, estas lágrimas que empezaron siendo recuerdo y sonrisa, para volverse nostalgia, y luego volver a ser alegría mientras se secan sobre mis mejillas, o mientras una mano hermana me las seca y una mirada llena de amor me ayuda a que todo resplandezca, lleno de sentido. Un vacío limitante simplemente está fuera de mi alcance, de mi percepción, tapado para no sentirlo, donde me impido seguir construyendo mi proyecto y seguir caminando mi camino.
Creo que hay vacíos que nunca se llenan, y solo me queda aprender a vivir con ellos, a sentirlos a veces, a sobrellevar una ausencia para que se vuelva presencia, y acogerme con ternura cuando evoco una imagen, una voz, un encuentro. Nada ni nadie puede arrebatarme esos momentos con ese alguien, como dice el maestro Frankl, pues todos ellos son partes del motor de mi vida que avanza y no se estanca, y que se colma de amor y sentido, para que alguien más crezca junto conmigo.
Creo que hay vacíos que nunca se llenan, y así está bien, porque ¿qué sería de mi si estuviese ya completo? ¿Hay algo de insano en extrañar de vez en cuando?, ¿acaso extrañar con amor no es seguir amando? ¡Y sí!, hoy extraño, hoy lloro un poco, y hoy también me alegro, con tantas vivencias que me hacen ser ahora quien vengo siendo. ¿No es este acaso un infinitamente hermoso sentido que me hace sentir vivo?
Hoy, madre querida, eres en mí, sin espacio ni tiempo, en cada uno de mis latidos.
Alejandro Salomón Paredes
Director CPL
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