Hoy descubrí que mi neurosis es una forma de amor, cuando me cuido del
dolor que trae lo que tanto evito. No quiero sufrir lo que ya es y me protejo. Para mí eso es amor, me estoy cuidando. Es amor muy en lo inconsciente, muy en lo instintivo, de alguna forma distorsionado en la intencionalidad. Pero es amor. Por eso mi neurosis no me es mala y es el paso indispensable para vivir mi libertad.
Hoy descubrí como dos formas del amor se encuentran en mí en la plenitud de sus diferencias. De un lado este cuidarme excesivo y primitivo, movido por el miedo, por la angustia de angustiarme con la vida misma. Y de otro lado un espíritu dispuesto a abrazar a quien se enfrenta, para que en mí obre por propia elección una reconciliación conmigo mismo. Una forma no puede existir sin la otra, es así. Y ambas me constituyen por ser humano, por ser yo.
Sin embargo ambas son posibilidades del ser, estados que se configuran desde la forma como afronto mi vida. Puede que nunca actualice mi libertad, pero el estar neurótico existe mientras hay la posibilidad de la responsabilidad que me constituye como persona. Es así. Y de alguna forma me siento movido a vivir las dos, a permitírmelas, a mi ritmo y tiempo. Aunque estar neurótico implique no aceptarme, estoy buscando mi bienestar, y en lo más profundo de mi intención hay amor, en ese querer no sufrir, aunque en el intento me pierda mi vida. ¡Qué misterioso impulso psicofísico me mueve a ese cuidado! Ahí aun no capto lo valioso del riesgo, de asumirme como protagonista, hasta que doy el angustiante salto y soy un poco más auténtico, en un caminar que no para hasta que dejo de existir.
Hoy alguien me dijo amorosamente algo que me movió a mirarme y a reconocerme, a delatarme a mí mismo. Me moví por voluntad de ser quien vengo siendo, con la conciencia más clara y la personalidad más transparente. Ahí, en ese saltar a la angustia, en medio del latido intenso de mi corazón es que percibo el sentido de que todo esto me esté pasando. Y un mirar a la cara a un otro significa mirarme a mí mismo a la cara, ya sin desviar los ojos hacia donde no hay nada. Ahí, justo ahí, el amor de alguna forma se vuelve uno, cuando mi estar neurótico y mi ser libre se abrazan.
Alejandro Salomón Paredes
Director CPL