Recordaba la frase del célebre sabio Hillel, mientras una persona en terapia me decía entre lamentos que tenía muy mala suerte, ya que, entre otras cosas, no encontraba un trabajo que le haga sentir feliz. Su afirmación irresponsable llamó mi atención, y le pregunté cual creía que era su papel en todo esto, en esta “mala suerte” que la persigue, en este no encontrarle sentido a lo que hace. Una prolongada mirada perdida como respuesta me anunciaba su falta de autodistanciamiento, de autocomprensión, su estar a ciegas frente a ella misma y su vida. Luego, más tarde, me preguntaba en qué aspectos de mi vida me desentiendo sin ser consciente que lo hago. Cuán limitante me resulta esta ceguera para ser auténtico, para ser libre. En este momento me nace agradecer a aquellos instantes (como este) en que me siento atrapado, pillado, y me angustio ante la certidumbre de que soy yo quien decide. ¿A quién señalaré como culpable de mi frustración, de mi pena o de mi miedo? Quizá a mis padres que no fueron perfectos, o a mi esposa que no es como yo, o a la vida que me castiga y le reprocho con un luchador “¿Por qué a mí?”. Quizá a Dios que me pone estas pruebas tan amargas. ¿Hacia dónde puedo girar y mirar molesto, frustrado, triste, humanamente irresponsable? Un frío recorre mi cuerpo mientras descubro mi evasión. Que en realidad no miraré hacia ningún lado sino hacia mí. Esta angustia me abraza tiernamente mientras confirmo que está demás todo intento por separar de mi lo que me toca. Mi angustia me sofoca amorosamente al verme yo así, responsable. Desde lo más elevado surge una voz que soy yo mismo y me digo: ¿si no lo hago yo, quién? Quién sino yo para arriesgarme, para enterarme de lo que viene y no conozco. Quien sino yo para vivir lo que me toca vivir. Es mi vida al fin y al cabo, no la de otros. Si estoy frustrado, ¿cuál es mi papel en mi frustración? ¿Qué estoy haciendo con ella? Y si no soy feliz ¿qué estoy esperando de la vida en vez de salir y encontrar en ella la razón para mi felicidad?
Ya no veo nada en que agarrarme para seguir flotando en lo inauténtico. En este momento elijo arriesgarme y hundirme en la responsabilidad que me toca, abriendo los ojos con todo y la angustia mientras más me hundo. Descubrirme siendo yo es la llamada, es el instante decisivo donde sé que jamás escaparé de mi propia existencia. Este momento, este preciso y tenso instante, es el sentido de mi vida.
Alejandro Salomón Paredes
Director CPL
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