¿Para qué es necesario un puente? Para alcanzar, para conocer, para llegar, para encontrar.
Tú y Yo somos como dos pueblos diferentes, dos comunidades distintas que se hallan frente a frente, y desde mi lugar te observo, y mi imaginación vuela llenándose de interpretaciones. Tú te me vuelves una idea, pero en realidad solo alcanzo a ver tu orilla. ¡Ah si me bastase con solo imaginar quien eres, que sientes, que anhelas, que necesitas, que te molesta! Pero así, solo imaginándote, siento que me quedo a ciegas, pues realmente sigues siendo solo una orilla, allá tan cerca.
Entre Tú y Yo hay un espacio, una distancia insalvable, un abismo propio de que somos Yo y Tú. Es necesario un puente si quiero llegar a ti. Es necesario un puente si quieres llegar a mí. Pero ese puente no aparecerá de la nada. Lo hay que construir.
Quiero conocerte, quiero saber de ti. Ya no me basta con tu orilla ni con mi idea. Quiero aproximarme a ti y conocer tu experiencia, y quiero que me conozcas también. Sin un puente no habrá contacto. Sin un puente no habrá encuentro. Ese puente, construirlo, es un riesgo, porque de lejos todo es más sencillo y más tranquilo. Este puente se nos vuelve un peligro, pues podríamos invadirnos. Pero me toca correr ese riesgo y que tú corras el tuyo, si pretendemos ir más allá de nuestros muros.
¡Vamos, que tu existencia no está en ninguno de mis libros! Intenciona tu ser hacia mí, no nos quedemos solo con ideas. Empecemos entonces a construir nuestro puente, a base de ignorancia y respeto, de preguntas y respuestas, y de presencias abiertas.